La globalización no ha logrado reducir la pobreza, pero tampoco ha podido ser garantía de estabilidad. La globalización y el ingreso a la economía de mercado por parte de Rusia y de los países satélites de la antigua Unión Soviética no han producido aún los resultados prometidos. La globalización se postula como factor generador de progreso, por lo cual las naciones en vías de desarrollo deberían de aceptarla, si desean crecer económicamente y luchar contra la pobreza. La globalización no sólo ha reducido la precepción de aislamiento en gran parte del Tercer Mundo, sino que ha irrigado conocimientos a niveles que cien años atrás no tenían ni siquiera los países más poderosos del planeta. El discurso de la globalización ha frustrado las expectativas de los pueblos más pobres. Como en las anteriores premisas, pros y contras abundan en torno de la globalización. Sin embargo, al abordar a
Ulrich Beck en su obra
¿Qué es la Globalización? Falacias del Globalismo, Respuestas a la Globalización, parecen quedar en evidencia las fatalidades, los errores y las contradicciones de este fenómeno, que consiste en la apertura de las economías y de las fronteras, como consecuencia del incremento de los intercambios comerciales, de los movimientos de capital, de la circulación de las personas y de las ideas, la difusión de la información, de los conocimientos y de las técnicas, además de un proceso de desregulación.
Profesor de London School of Economics y editor de la revista Soziale Welt (Foro Social Mundial) de sociología en la actualidad, Ulrich Beck es originario de Stolp, Alemania (1944). Estudió sociología, filosofía, sicología y ciencia política en Friburgo y Munich. Desde una posición crítica se ha enfrentado a las corrientes del postmodernismo, que supone distantes del compromiso social. Beck ha ejercido la docencia en Münster (1979-1981), de donde pasó a la Universidad de Bamberg (1981-1992). En 1992 asumió la cátedra de sociología de la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich. Así mismo, ha impartido clases en la Universidad de Gales en Cardiff (1995-1998). Preocupado por el carácter irreversible de la globalidad alcanzada, los objetivos del ensayo de Ulrich Beck son los de tratar de demostrar la amenaza que se cierne sobre la economía del planeta a causa de los errores de la globalización, y de paso advierte sobre el deslumbramiento que pueda sufrir el mundo por cuenta de los reformadores neoliberales del mercado. Beck no pretende desconocer la importancia de las relaciones económicas mundiales, sino descubrir lo que encierran la primacía e imposición del mercado mundial, defendidos por el neoliberalismo, que tanto influyen en todos los aspectos de la sociedad. Sus tesis descansan sobre las experiencias negativas de países como el suyo, Alemania —al que a menudo cita como referente de las secuelas de la globalización— pero sobre todo se apoyan en las adversas consecuencias que el fenómeno ha tenido sobre las economías de naciones en vías de desarrollo. De igual modo, argumenta sobre la frustración que la globalización ha dejado en países como Rusia y los estados pertenecientes a la órbita de la desaparecida Unión Soviética. Plantea las constantes de una sociedad sometida a fuertes riesgos, a procesos de individualización o sujeción individual de los comportamientos en la vida social y modernización como escenario de las representaciones que significan cambios. En el libro citado (Ediciones Paidós, Barcelona, 1998), Ulrich Beck distingue una primera modernización, que discurre a lo largo de la industrialización, y la creación de la sociedad de masas en una segunda modernización, propia de una sociedad proclive a la globalización dentro de una fase de cambio tecnológico. El filósofo alemán sustenta sus puntos de vista con la formulación de los errores más protuberantes del globalismo —que califica de engaños— y los plantea en diez ítems, como los de carácter metafísico del mercado mundial, del llamado comercio mundial libre, de la situación de internacionalización pero no de globalización, la escenificación del riesgo, la ausencia de política como revolución, el mito de la linealidad, crítica del pensamiento catastrofista, y culmina con los temas derivados de las tres variantes del proteccionismo (negro, verde y rojo). El autor concibe la globalización como un proceso que establece vínculos y espacios sociales transnacionales, revaloriza culturas locales y trae a un primer plano terceras culturas. En este complicado marco de relaciones se pueden reformular las preguntas tanto sobre las dimensiones como sobre las fronteras de la globalización, con parámetros de espacio, tiempo y densidad social. Según Beck, la globalización determina la ausencia de Estado mundial, sociedad mundial sin Estado mundial y sin un gobierno mundial. Su tesis formula aspectos como el significado de la globalización —pluridemensionalidad, ambivalencia y paradojas de la globalidad y de la globalización— desde los puntos de vista social, económico, político, ecológico y cultural. El presente trabajo no se ocupa de la formulación de respuestas a la globalización, que Beck plantea en la cuarta parte del ensayo, y dentro de la cual afirma que no existe alternativa nacional ninguna contra el avance de la globalización. Mientras muchos autores advierten sobre la llegada de la era global como causa del final del Estado nacional, y con ello de la democracia, para el profesor Beck una fórmula contra la amenaza de la globalización puede ser la creación del Estado transnacional. En el ensayo se propone la necesidad de distinguir entre la complejidad de la globalización y la nueva simplicidad del globalismo. Interpreta el globalismo como el dominio del mercado mundial que impugna todos los aspectos y lo transforma todo. Ulrich Beck trata sobre la polivalencia, ambigüedad y dimensiones del fenómeno, mientras plantea respuestas políticas al mismo, e intenta contestar a la doble pregunta: ¿Qué es la globalización? y ¿Cómo se puede configurar políticamente
A criterio de
Ulrich Beck, las siguientes son las diez falacias del globalismo:
METAFÍSICA DEL MERCADO MUNDIAL
Por cuenta del globalismo neoliberal, cuya filosofía y acción descansan primordialmente sobre el aspecto económico, la sociedad mundial se desvirtúa y se reduce a un estado de simplicidad que, aunque aparentemente atractivo, resulta altamente contraproducente para sus intereses naturales. Con su enfoque, el globalismo busca imponer una forma de pensamiento y de acción unidimensional, que deriven en un mundo perfectamente alineado a un patrón común a partir de la economía, y dentro de ella, un mundo subordinado a las reglas de juego que establece el mercado mundial. Inclusive, ámbitos tan sensibles como los de la cultura, la ecología, la política policéntrica —aquella que se opone al monopolio del Estado— y hasta el surgimiento de espacios e identidades transnacionales, también deben plegarse a las exigencias de la globalización económica.
EL LLAMADO LIBRE COMERCIO MUNDIAL
Mientras el globalismo predica la excelencia del libre comercio mundial, se supone que la economía globalizada debe conducir a elevar la riqueza y a disminuir las desigualdades en el mundo, y por extensión a inducir a los países a un mejor trato del medio ambiente. Dentro de esta visión, naciones como las del Tercer Mundo y la Europa del Este que dejó atrás el modelo comunista, se ven en la necesidad de asumir políticas económicas orientadas a la exportación, aún en detrimento de la protección social y de la cuestión medioambiental. Por esta vía, aquellos países compiten entre sí por captar la inversión proveniente de las naciones más industrializadas, sin importar el alto costo social y laboral que deben pagar por ello. Así, la tesis de que el comercio mundial fomenta la competitividad y reduce costos de producción se cae de su peso. En cambio, se omite que hay alternativas para reducir costos: Elevando rendimientos (mejor tecnología, organización, etc.) o rebajando los aportes humanos al trabajo y a la producción.
INTERNACIONALIZACIÒN Y NO GLOBALIZACIÒN
Aunque aquí el tema es la globalización, al momento de escribir esta obra (2008) Ulrich Beck se inclinaba por creer que en la economía mundial aún no se podía hablar de globalización, sino de internacionalización. Su argumento se basa en el fortalecimiento de las relaciones de producción y comercio a nivel transnacional con determinadas regiones como América, Asia y Europa. Prueba de ello está en la consolidación de las inversiones y del comercio entre estos tres grandes bloques económicos del planeta. Con Alemania como referente de las consecuencias del fenómeno, el autor destaca cómo este comportamiento comercial implica un retroceso de la demanda de trabajadores menos calificados en las naciones desarrolladas, mientras aumentan las transferencias de producción a países con prerrogativas salariales más baratas, con el consecuente crecimiento de las importaciones. De esta manera, el tradicional cambio económico que implica la progresiva sustitución de trabajo por capital y por conocimiento, se fortalece con el desarrollo económico mundial.
ESCENIFICACION DEL RIESGO
Como un visionario del escenario actual, el también alemán Max Weber (1864-1920), filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo, afirmaba en su libro Argentinische Kolonistenwirstchaften que “en sus últimas consecuencias, la economía mundial de la teoría del libre comercio, sin Estado mundial y sin plena igualdad en el nivel cultural, es una utopía; el camino por recorrer es largo. (…) Quizá futuras generaciones alcanzarán a conciliar la construcción de la obra económica y cultural. Es una ventaja para una nación comer pan más barato, pero deja de serlo si es a costa de las generaciones futuras”
[1]. El poder del globalismo es posible en cierta medida a partir de los hechos y gracias a la escenificación de la amenaza, cuando entran en vigor el ‘podría’, el ‘debería’, el ‘si entonces…’. En tales condiciones, es un tipo de sociedad del riesgo el que confiere poder a las transnacionales.
LA AUSENCIA DE POLITICA COMO REVOLUCIÒN
Con su dogma de que todos los órdenes —política, economía, cultura— han de estar supeditados a los factores de la economía, el globalismo constituye una especie de virus mental que ha penetrado los partidos, las instituciones y los medios de comunicación. Como una gran paradoja, el globalismo neoliberal termina pareciéndose a su más encarnizado opositor, el marxismo, que al resurgir como ideología se convierte en una especie de New Age (Nueva Era)
[2] de la economía. Entre tanto, y a pesar de su ropaje apolítico —“¡Carencia de política como revolución!”, exclama Ulrich Beck al respecto
[3]—, el globalismo neoliberal es eminentemente político, toda vez que su proyecto se afianza como un proyecto político. Proyecto cuyos agentes transnacionales, instituciones y convergencias en el discurso —Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio (OMC), Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), compañías multinacionales y otros agentes internacionales— promueven la política económica neoliberal. Al mismo tiempo, ha quedado en evidencia que a
[1]Ver Weber Max, Argentinische Kolonistenwirstchaften, Tubinga, Obras Completas de Max Weber, I Parte, Volumen 4, primera edición, Pág. 303.
[2]“New Age no es una secta, ni una religión. No es una organización única, ni sigue lineamientos unánimes y universales. No es ni ciencia, ni filosofía, aunque se encubre de argumentos pseudocientíficos y discursos confusos que combinan ideas filosóficas y teológicas con cierta originalidad (…). No permite una definición sintética”. Tomado del portal internet Religiones:http://www.memo.com.co/fenonino/aprenda/religion/new.html
[3] Ver Beck Ulrich, ¿Qué es la globalización?: Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. III Parte, Errores del Globalismo, Pág. 169. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 2008.
los llamados perdedores en la globalización, que van en aumento, les falla la percepción política.
EL MITO DE LA LINEALIDAD
Marcas tan posicionadas y reconocidas como el canal MTV, Macintosh y McDonald’s —íconos de la música, la informática y las comidas rápidas— pueden determinar perfectamente la identidad del consumidor mundial en la era de la globalización. Como un todo homogéneo, a esa instancia se habrá llegado en el mundo cuando “el tren hacia el futuro va cargado de fuerzas impulsoras hacia delante en los aspectos económico, tecnológico y ecológico, que exigen integración y uniformidad”, al decir del politólogo norteamericano Benjamín R. Barber (1939)
[1]. Este autor llega a vislumbrar un panorama apocalíptico cuando asume la posibilidad de que, ante los efectos de la globalización económica, el mundo pueda sufrir un retroceso que implique la balcanización —fragmentación de un Estado en otros más pequeños, como ha ocurrido varias veces en la región los Balcanes, sureste de Europa— , toda vez que los pueblos podrían enfrentarse, a nivel de culturas y etnias, en una especie de guerra santa. Una guerra contra todo tipo de interdependencia o de cooperación, lo cual bien puede degenerar en una división frente a la tecnología, a la cultura popular y a los mercados mundiales. El planeta puede caer en la escisión —separación, ruptura o división— aunque luego, involuntaria y paradójicamente, llegue a unificarse. Y si bien rara vez se desvirtúa el mito de la linealidad, también es cierto que la globalización ha conducido a un nuevo significado de lo local. A partir de este último concepto podría quedar demostrado que la expresión “cultura global” resulta engañosa.
CRÍTICA DEL PENSAMIENTO CATASTROFISTA
Contra el temor de una importante mayoría, según la cual la desaparición del trabajo productivo en la sociedad industrial acarreará una crisis o una catástrofe, hay que decir que desde una perspectiva general esta creencia no deja de ser infundada. Por generaciones, el sueño de muchos ha sido el de librarse del yugo del trabajo cuando se consiga generar mayor riqueza con menos trabajo. Sin embargo, llegado ese momento, hoy nadie sabe cómo actuar. Desde la metodología, esto significa que nos hallamos en la etapa de transición de la primera a la segunda modernidad. Lo cual supone la entrada en vigencia del mundo desconocido de la globalidad, pero no se trata de una catástrofe, ni de ninguna crisis. Ahora, el globalismo neoliberal no sólo infunde terror, sino que inmoviliza políticamente. Frente a esta amenaza no hay alternativa distinta que la
[1] Barber Benjamin R., Jihad vs. MacWorld: How Globalism and Tribalism Are Reshaping the World, Pág. 4. Editado por Ballantine Books, N.Y.,1995.
de protegerse, aislarse, ser obstinados. En dirección aparentemente contraria al globalismo, aunque bajo su influencia, surge una fuerte coalición negro-verde-roja del proteccionismo. Esta política comercial defiende la imposición de aranceles u otro tipo de barreras a la importación, con el fin de estimular la producción interna. En este sentido, el proteccionismo se opone al libre comercio internacional.
PROTECCIONISMO NEGRO
Entendido como la política de desmonte del Estado mediante una ideología neoliberal del libre mercado, el Proteccionismo Negro es contradictorio, porque, mientras predica la defensa de los valores de la nación —familia, religión, comunidad, municipio, etc.—, por otra parte despliega una dinámica económica que favorece los principios neoliberales. En su contradicción, disuelve la sociedad y es económicamente contraproducente. El Proteccionismo Negro resulta absurdo a partir de la lucha por la mayor productividad del trabajo entre las naciones industrializadas y desarrolladas, lucha que se libra en función de disminuir los costos salariales.
PROTECCIONISMO VERDE
Los promotores del Proteccionismo Verde conciben al Estado Nacional como un biotopo político amenazado de extinción. El biotopo es un territorio o espacio vital, de condiciones ambientales adecuadas para el desarrollo de una determinada comunidad de seres vivos. Este modelo proteccionista contradice la globalidad de la crisis económica y además tiene limitaciones para pensar localmente y para actuar globalmente. Su política protege a industrias cuyo impacto ambiental es relativamente diferenciable del efecto que producen las industrias de economías menos desarrolladas. Al mismo tiempo, éstas últimas no reciben la cobertura del Proteccionismo Verde, lo cual resulta inconveniente en regiones apremiadas por la carencia de conciencia ecológica.
PROTECCIONISMO ROJO
La fuente del Proteccionismo Rojo está en el pensamiento de la izquierda marxista tradicional, según lo plantea el autor, quien considera que esta variante del proteccionismo también incurre en un espíritu de contradicción ciego utópicamente. En tiempos de globalización, una política de igualdad social y de conciencia social enfrenta un gran dilema. Este queda planteado en que si no se reducen los costos sociales y salariales directos, crecerán los índices del desempleo, y por lo tanto, si no aumentan las plazas de trabajo, el sistema de seguridad social basado en el empleo remunerado estará en riesgo de colapsar. Cuando muchos proponen soluciones radicales contra el gran dilema existente entre comercio mundial —capitalismo— y Estado social, otros estiman que ello sería lanzar al basurero de la historia el compromiso derivado de la globalización.
Ahora cabe preguntarse: ¿Es la globalización la alternativa contra la pobreza? Si bien es cierto que la globalización estimula el flujo comercial, la integración de los países y promueve el concepto de un territorio sin fronteras en cuanto a la reducción de aranceles y otras trabas a la circulación de bienes y de capital, también es factible que estemos ante una nueva expresión del colonialismo. Dentro de esta última idea, cabe la posibilidad de que lo hecho hasta ahora sea simplemente haber reemplazado viejas formas de sometimiento por otras más sofisticadas. De esta manera, se estará impidiendo la superación del problema histórico de la distribución desigual del poder y de la riqueza en el planeta. Por lo mismo, la globalización no es al parecer la alternativa contra la pobreza. Al respecto, Ulrich Beck precisa en su ensayo que no se trata de condenar las relaciones económicas mundiales, sino de examinar las políticas y métodos de la globalización, sobre todo porque predomina la imposición de ellas, en particular sobre los Estados más débiles política y socialmente. Por ello advierte acerca de “la amenaza” que constituye el discurso de los reformadores neoliberales del mercado. Además, hace alusión a los que llama perdedores de la globalización, que se consideran “engañados y abandonados
[1]”, independientemente de si la orientación del fenómeno global proviene de la izquierda o de la derecha.
A este propósito, el norteamericano Joseph E. Stiglitz (1943), Premio Nobel de Economía en 2001, destaca en su libro “El Malestar en la Globalización” cómo los partidarios de la globalización promueven la idea de que las naciones en vías de desarrollo deben aceptarla “si quieren crecer y luchar efectivamente contra la pobreza. Sin embargo, para muchos en el mundo subdesarrollado la globalización no ha cumplido con sus promesas de beneficio económico”
[2]. A continuación plantea que la creciente brecha entre los poseedores y los desposeídos ha dejado a una masa creciente en el Tercer Mundo a merced de la más abyecta pobreza y subsistiendo con menos de un dólar por día. “A pesar de los repetidos compromisos sobre la mitigación de la pobreza en la última década del Siglo XX”, denuncia Stiglitz, “el número de pobres ha aumentado en casi cien millones. Esto sucedió al mismo tiempo que la renta mundial aumentaba en promedio un 2,5 por ciento anual”
[3].
[1] Ver Beck Ulrich, ¿Qué es la globalización?: Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. III Parte, Errores del Globalismo, Pág. 171. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 2008.
[2] Stiglitz Joseph E, El Malestar en La Globalización, Capítulo I, La Promesa de las Instituciones Globales. Pág. 29. Editorial Taurus, Colección Pensamiento, Cuarta reimpresión, Bogotá, Colombia, 2003.
[3] Banco Mundial, Global Economic Prospects and Developing Countries 2000, Washington D. C., World Bank 2000, Pág. 29.
A manera de conclusión, es preciso admitir ante todo que, con sus diversas y controvertidas consecuencias, la globalización constituye un hecho puntual e irreversible. En este escenario, donde los agentes trasnacionales y los nacionales juegan al gato y al ratón, al decir de Ulrich Beck, existe una disparidad de fuerzas entre quienes imponen las reglas del juego —las economías más fuertes, la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI)— y quienes deben acatarlas, inclusive dentro de la figura de la imposición, es decir, las naciones más pobres. Sería de pensar que con la eliminación de una serie de barreras principalmente de carácter arancelario, el mundo industrializado y su contraparte en proceso de desarrollo pudieran quedar unificados, pero, de acuerdo con los autores referidos aquí, no necesariamente serán gobernados con equidad y dentro de la igualdad de oportunidades. Así, surge un mundo homologado en lo cultural —lo cual es sensiblemente grave para el concepto de identidad y soberanía de cada país— e igualmente globalizado en las costumbres de consumo. Uniformidad, pero no igualdad. Surge así la noción de “un nuevo continente sin tierra”, en el cual las fronteras convencionales prácticamente desaparecen.
Bibliografía
Beck Ulrich, Qué es la Globalización, Falacias del Globalismo, Respuestas a la Globalización. III Parte, Errores del Globalismo. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, Primera edición, 2008.
Mimi.hu.com, Proteccionismo.
Disponible en: http://www.infoamerica.org/teoria/beck1.htm. Fecha de consulta: 27 de Mayo-2010.
Briceño Luis Fernández, Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España, No. 27, enero de 2000.
Glosario.net: Disponible en